lunes, 20 de agosto de 2007

Diagnóstico: DEPRESIÓN CORPORATIVA

Dejando en claro:

Primero mi condición autodelegada de médico personal y sistémico del grupo intelectual CEA; y segundo, confesando y excusándome por mi talón de Aquiles en la disciplina de la curación: mantener el secreto profesional; lanzo aquí mi hipótesis diagnóstica sobre el virus que se disemina rápidamente entre los integrantes del CEA -y tal pandemia- afecta a casi la totalidad del cenáculo:
LA DEPRESIÓN CORPORATIVA que está cursando el CEA.
En tiempos de suicidio, considero de vital importancia investigar, desmenuzar, conversar y tratar este tema, siendo un gran factor de riesgo para múltiples patologías de la esfera mental, con fuertes topes de etiología orgánica. Estos últimos meses nos ha tocado percibir y/o vivenciar el importante peso que está tomando la desesperanza y la pérdida de ilusión en nuestro grupo intelectual. El caso de dos integrantes en particular, jóvenes de cabezas privilegiadas, de semblante aristocrático el uno e irlandés el otro; que por una crisis de desconsuelo amoroso y vocacional han optado por, dejando escuetas pistas para agarrarse y entenderlos, embeberse en noches de insomnio y abuso indiscriminado de alcohol, donde argumentan con excusas patológicas sus excéntricos comportamientos (escapar una semana a Herradura, IV región; beber una botella completa de pis-cola en una tranquila reunión del CEA). Sin lugar a dudas, muchos de los personajes del CEA me tienen hoy insomne pensando en las etiologías de esta enfermedad corporativa; pero específicamente dos me han hecho tragarme la borra del café, y esto debe incitarnos a tomar medidas y despertar cognitivamente para que casos como el de estos dos chicos reviertan y no se repitan más.
Creo que todos los beneficios y los grandes logros que ha tenido Chile en estas últimas décadas son frutos de un trabajo riguroso y exigente al cual gran parte del país se ha entregado. Esto se ha instaurado bajo cánones de productividad y de exigencias que, en muchos casos, exigen gran parte del día y un alto gasto de energía que se traduce en la cara y en la casa de chilenos y chilenas (por ejemplo en primer ministro del CEA está tapado de pega, se levanta al alba todos los días y en la noche, de regreso ya no sabe ni su nombre). Así, las pautas de desenvolvimiento familiar y entre amistades, colegas y relaciones humanas en general, se ven importantemente afectadas, arrastrando un contenido de monotonía y desgaste que más temprano que tarde pasará la cuenta, expresándose en un hastío generalizado.
La vida se teje de sedosos hilos que forman una telaraña compleja y multifactorial dejando rastros de las preferencias y jerarquías que hemos tenido. Las opciones y exigencias de este siglo se transforman en un importante factor de riesgo para la integridad de nuestra salud mental, así las tasas de patología psiquiátrica crecen de manera exponencial. Lo más terrible de estos números es que las demandas que nos imponemos se transmiten a niños y adolescentes (imagínense al pobre José Pedro y Salvita al ver a su hermano mayor sin siquiera respiro para el sandwichito de media mañana), los que se abruman del mundo, pierden afanes, esperanzas y retos por alcanzar; paralizándose en la angustia.
Frente a todo el desarrollo y las exigencias que nos hacen crecer y madurar como país en general y como think tank en particular, no debemos permitir que lo humano pierda fuerza y se traslade a planos secundarios en el rango de prioridades. Creo que gerentes, políticos, rectores, padres y cabezas de cualquier institución deben promover en el ambiente el cual guían, un valor agregado a esta esfera, inyectando recursos humanos y revitalizando los ambientes en los cuales nos desenvolvemos para mejorar la aporreada calidad de vida, con el fin de estar más atentos para que casos como estos disminuyan o se extingan.

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