viernes, 10 de agosto de 2007

Un decir

Jueves 22 de septiembre del 2005. Foco está de cumpleaños en el patio de la facultad y me lo tiene que recordar Pablo Romero pues la ofuscación ante un par de errores estúpidos en una prueba que acabo de terminar me vuelve intolerablemente autorreferente. El cumpleañero las hace, a su pesar, de patas negras platónico. Está enamorado de una mujer, que, lo he sostenido siempre, son distintas a las hombres y muy parecidas a sí mismas. Aprovecho que está George para empezar a hablar y desahogarme. No son siempre los fines más altruistas los que motivan las conversaciones entre amigos. La tesis es que Foco se comporta en términos romántico-trascendentales como una mujer. A Foco el amor no le da vergüenza, le enorgullece. George ya ha visto Reconstruction, pero no se acuerda de la tesis de uno de los protagonistas de la historia. Se la recuerdo: para las mujeres el amor es una necesidad vital, por lo que pueden planificarlo. De hecho, lo hacen. En cambio, para los hombres el amor es algo vergonzoso, algo que les sucede mientras persiguen metas más importantes, un accidente. Deben sentir que, sea un medio o un fin, se trata de un medio o un fin impuesto. Para foco el amor es una necesidad.

A Penélope no la vas a encontrar, le había dicho a George un tiempo atrás, pero, más vale reconocerlo, existe. Te separan de ella varios factores. Primero, los costos de transacción son muy altos; es requisito del test de penolopenitud que la mujer esté enamorada y eso complica las posibilidades. En segundo lugar uno no es Ulises; no se dedica uno a las grandes batallas mientras le encomienda su vida a los dioses ni es capaz de mantener el amor intacto luego de transpirar junto a mil mujeres, algunas de ellas semidiosas. Por último, no cualquier hombre logra mantenerse quieto al lado de su Penélope. Resulta tan contraintuitiva esta mujer que cuesta entender que lo sea, desconcierta hasta el punto de hacernos dudar de su feminidad.


La antedicha es una idea general y por lo tanto peligrosa. Aunque las mujeres compartan rasgos, y aunque pueda sostenerse que se trata precisamente de los rasgos más relevantes esos que tienen en común, no puede sostenerse que es indiferente a qué mujer se elige. Las hay peores y mejores. Sin embargo, el punto es que el delta horizontal entré las mujeres es mentor al delta cronológico de cada mujer. O sea, las mujeres son menos diferentes entre sí de lo que una mujer puede ser diferente a sí misma.
Por lo general, las mujeres, las normales, la mayoría, aquellas que no arrastran traumas demasiado vistosos, parten en un estado de virginidad moral. Listas para amar, para comprometerse espiritualmente, para seguir reglas que ellas mismas puedan fundamentar, y por lo tanto arriesgan un sufrimiento devastador (devastador si es que no fueran mujeres, pero lo son: nacieron para recuperarse). Verificado el riesgo, roto el himen moral, la virginidad pasa a ser una idealización que no les interesa. Han obtenido licencia para matar. El daño lo ha infligido un miembro del gremio de los hombres, tal vez provisto de las mejores intenciones. El resultado nefasto ha de ser aceptado sin demasiadas recriminaciones hacia el autor del crimen. Él ha desvirgado (beneficio por cuanto actuó a su voluntad con una virgen moral) y eso ha tenido como consecuencia la pérdida de ese ejemplar único en estado de servir a propósito (externalidad negativa que no podemos pretender que internalice; este mercado no funciona así, se autorregula de otro modo). Ha nacido una JUSTICIERA. Una mujer que sólo tendrá dolores para sus heridas, y tacto para sus placeres. Una mujer que ya internalizó un perjuicio demasiado grande, del tamaño del universo a su juicio, del porte de su amor, de su porte, y por lo tanto está en posición, incluso puede sentir que en el deber, de no volver a padecer, a cualquier precio. Así piensa una mujer moralmente activa (desvirgada moralmente).
Frente a este panorama desolador, no quedan más que dos opciones disponibles. La primera es ir por la virgen (estrategia del free rider o polizón). La segunda, reconstituirle el himen moral a una mujer moralmente activa. En rigor, ésta no es verdaderamente una elección si no, más bien, casos fortuitos visibles sólo después de actuado, como las estelas en la mar, ya que los costos de transacción para distinguir un tipo de mujer de otra son prohibitivos. Al respecto, algunas pistas nos la pueden dar su biografía. Las mas jóvenes y con menos o mas breves pololeos, suelen, a muy grosso modo, ser vírgenes. Pero esto no es indicio suficiente. Para saberlo con precisión es necesario que la mujer en cuestión esté enamorada, y por lo tanto el hombre corre el riesgo de estarlo también al momento de saber a que atenerse.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Primera Impresión: Devastadora...

Segunda Impresión: ¿Es este un manifiesto y murallón chino que declara abiertamente la obstaculización de entrada del sexo débil al CEA?

Tercera Impresión: Está en proceso (muy lento en este minuto) y teñida de recuerdos de la noche de ayer donde junto a Juan Riesco y José Ramón nos dignamos a entrar a la reputada discoteca Green Bull ubicada en finísimo barrio Suecia, mas conocido como "El Sweden".
Los detalles los comentamos el domingo.

William dijo...

Sin lugar a dudas, el profesor extranjero radicado en Chile desde enero del 78 (dos meses antes de la fundación del CEA), ha traído a colación un tema que maneja con mucha holgura y talento. Pocas veces; pero me ocurre, envidio de los otros –solo de algunos- atribuciones sociales específicas que no son mi especialidad. Hoy admito deslumbrarme con las atribuciones del palestino para con las mujeres; que además de manejarlo teóricamente a la perfección, lo lleva a la acción de manera magistral.
Quisiera entonces resaltar y justificar un punto:
El profesor nos dice “a Penélope no la vas a encontrar, pero, más vale reconocerlo, existe”. Brillante. Para los que si estamos dispuestos a pagar los costos de transacción o los que en la profundidad de los razonamientos de nuestra búsqueda, entendemos que la única manera de encontrar lo que queremos es creyéndonos el cuento de Ulises; y aunque ni nos acerquemos a las técnicas y virtudes de los grandes soldados, el solo hecho de participar de las grandes batallas contra las semidiosas, te llena de expectativas y aprendes de los maestros que en el campo de batalla observas. Por esto, autodidacta pero instruido en mis observaciones de los grandes Napoleones de los aperitivos high class a los cuales acostumbro frecuentar; y aprendiendo de mis grandes caídas con esas chicas que pensé en el altar, les he de comunicar y para los que me han visto justificar, que la actitud excéntrica y extrovertida con que acostumbraba presentarme frente a las mujeres del ABCes C1 (como dice el profesor “no puede sostenerse que es indiferente a qué mujer se elige” y cada quien busca lo que le corresponde en la intrépida y darwiniana carrera de caballos que corremos) la he dejado atrás, y ha sido reemplazada por un estilo pasivo e introvertido, de blue-jeans azul oscuro mezclados con la casaca más fea que encontré en el mercado (aún no logro sacarme los zapatos de Guggi que compré en la 5th av; que creo podrían ser la pista por la que me descubren todavía), donde me dedico a beber el incondicional gin tonic, tirando el humo del malboro como buque de vapor, sin ninguna moderación girando incesantemente alrededor del campo de batalla y retirándome al final de la reunión, contemplando el espectáculo de los vencedores, meditando cada uno de los pasos que dieron los generales de guerra.
No deben confundirse los que piensan que esta actitud hace menos daño que la vitamina C; aún no tengo resultados, pero me parece que camino y entro a la lucha con un estilo y actitud con evidencia científica estadísticamente significativa.

Anónimo dijo...

Querido Awad, Don Alejandro:

Me gusta tu tesis, mucho más que la de Reconstrucción, aunque sea la misma. Hay dos motivos relevantes: el primero, es que Foco (tu personaje, nuestro Francia), es infinitamente más encantador, buenmozo y cínico –por de pronto, que el pobre escritor temeroso, avergonzado –por amor, y (seguramente) bueno para el vodka, que nos enseña la película; la segunda, y la digo escuetamente, es que el español es un idioma muy superior al danés, al menos en lo que a comprensión se refiere.

Puros caprichos, como te darás cuenta. Caprichos, debería agregar, constitutivos del alma de nuestra corporación, el CEA.

Me hubiera gustado inventar la teoría a mí, pero en fin, ya sabes como son las cosas.

Y felicitarte por tu prosa, por supuesto.

Martin dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Centro de Estudios de Arabia, enorgulléscase de contar con tamaño ejemplar. Nominado a los CEA Awads 1978 (pese a ser contemporáneo, más aún futurista).

beto dijo...

"Sí el mar carmesí a veces como el fuego y las gloriosas puestas de sol y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas las extrañas callejuelas y las casas rosadas y azules y amarillas y los jardines de rosas y de jazmines y de geranios y de cactos y Gibraltar cuando y era chica y y donde yo era una flor de la montaña sí cuando me puse la rosa en el cabellos como hacían las chicas andaluzas o me pondré una colorada sí y como me besó bajo la pared morisca y yo pensé bueno tanto da él como otro y después le pedí con los ojos que me lo preguntara otra vez y después él me pregunto si yo quería sí para que dijera si mi flor de la montaña y yo primero lo rodeé con mis brazos sí y lo atraje hacia mi para que pudiera sentir mis senos todo perfume sí y su corazón golpeaba loco y sí yo dije quiero sí" - "Ulises", James Joyce. Ed. Tusquets.

"El gran sí de Molly, personaje del libro, contiene todas las negaciones y las convierte en un himno a la vida indiferenciada. Es una afirmación vital semejante a la de Rose Selavy de Duchamp. Celebración de Eros, no de Psique. Hay una frase en el monólogo de Molly que no hubiera podido decir ninguna mujer enamorada: "Me besó bajo la pared morisca y yo pensé bueno tanto da él como otro...". No, no es lo mismo con este o con aquel, y esta es la línea que señala la frontera entre el amor y el erotismo. El amor es una atracción hacia una persona única: a un cuerpo y a un alma. El amor es elección; el erotismo, aceptación. Sin erotismo, sin forma visible, que entra por los sentidos. No hay amor pero el amor traspasa al cuerpo deseado y busca al alma en el cuerpo y, en el alma, al cuerpo. A la persona entera".

"La llama doble"- Octavio Paz. p.34.

En la reflexión no sólo se puede distinguir entre amor y erotismo, sino que se puede vislumbrar lo que introdujo Salvador. El gran sí, la afirmación absoluta es algo que sólo puede provenir de las mujeres. Es esa ingenuidad moral, para utilizar otro término, el que les impide ser conscientes de una situación a todas luces trágica como el amor. Pero hay dos salidas:

I. Virginidad y psicoanálisis:

dos cosas aquí: la viriginidad moral se relaciona con la inacapacidad de las mujeres de dar cuenta del trasfondo que respalda sus intuiciones. No saben si recurrir a dios o a no se que cosa. Prefieren quedarse ahí no mas. De ahí a su predileccióm por el sexo o los polvos consecutivos. Sin embargo, se puede lograr una sinceración que permita, al menos, sentar las bases para una maduración moral, una vez roto el himen: para ello, debemos utilizar como paradigma el diálogo psicoanalítico. Hacerles ver el engaño en el que se encuentran. Sin embargo, esto puede tener como consecuencia a mujeres con traumas o a mujeres con depresión post coito. Claramente, amigos mios, no queremos eso. Por ello, que esto quede entre hombres.

II. Escepticismo argentino:
he aquí nuestro norte para salvar la desgarradura de tomar consciencia de los tópicos que hemos tocado.

Mono NNM dijo...

yo creo que nadie que haya llegado a la edad de 24 años puede refutar el contenido de la tesis recién planteada.
En pocas palabras solo puedo expresar mi aprobación a esta tesis, y mis felicitaciones al creador.
Aun que quizas falto especificar los aspectos sociales de la muestra,no creo que funcione en todos los niveles.

saludos

Jn dijo...

Pen�lope soy yo, Ulises; que corro a destejer por las noches, el himen que tejo de d�a.

Anónimo dijo...

Cuando Octavio Paz sugiere a Rose Selavy como concepto paralelo intuyo ciertas cosas que van mas allá de lo dicho hasta el momento. Intentaré primero en pocas palabras introducirlos a Marcel Duchamp y su personaje Rose Selavy.

Duchamp es quien introduce la idea de arte conceptual, entendiendo que a partir de la modernidad y sus sistemas de producción el artista ya no es un artesano ni tampoco un técnico sino que es alguien capaz de detenerse a reflexionar y a señalar con delicadeza lo que es propio de ser arte. Con esta capacidad designativa el artista usa objetos comunes y corrientes descontextualizandolos y al mismo tiempo los resignifica cargando a las cosas de un nuevo sentido. Son objetos absolutamente cotidianos que pretenden quitarle la condición de sagrada a la obra de arte manifestándose abiertamente contra todo tipo de erotismos retinianos y formales. La obra de Duchamp aborda siempre la idea de duplicidad, de travestismo de sentido, de deliberada manipulación. Rose Selavy era un personaje que adoptaba Duchamp por las tardes y consistía en disfrazarse de atractiva mujer y salir a caminar por la ciudad buscando la máxima atracción posible por parte de sus víctimas, quienes no sabían que hay frente a ellos una disociación entre imagen y contenido y que se encontraban frente a uno de los personajes públicos más misógenos de nuestra historia reciente.

A mi entender el personaje de Rose Selavy es uno de los ataques más violentos y sofisticados que he visto contra la mujer. Consideremos que Duchamp sólo trabajaba con objetos industrializados (comunes y corrientes) y suma a sus herramientas poéticas a la mujer como un objeto mas, un objeto cualquiera, carente de unicidad y sólo aporta erotismo, el cual una vez desaparecido no nos deja nada en absoluto.
El erotismo y la mujer simbolizan para Duchamp la no reflexión, la no elección, el no detenerse en acción, lo que para mi es la inevitable metáfora de la biología ante la condición humana, que somos o fuimos sólo parte de lo fortuito y que nada nos debemos a nosotros mismos.
¿Que garantía y esperanza queda si es que la teoría de Duchamp y mis interpretaciones fueran del todo ciertas?
El panorama es desolador.
A primera vista me da la impresión que no nos queda mas que confiar en la elección de nosotros mismos acción en acción. Elegir y no ser elegidos, lo que nos permitirá sentirnos, por último, culpables, eximiéndonos de la posibilidad de hecharle la culpa a otros sexos, a otras personas.