jueves, 13 de diciembre de 2007

Capítulo XXV Del Pudor en Stendhal

Otra vez con Stendhal. El gran escritor, esta vez, nos lleva a reflexionar por una propiedad o característica de las relaciones (que por lo general se adjudica a las mujeres), que usualmente asociamos con la mojigatería o con el conservadurismo. El pudor, tantas veces despreciado en la vida nuestra, parece jugar un rol esencial en la emergencia del amor. Todo parece indicar que eso que cubre o eso que aparentan nuestras mujeres es el verdadero signo (como disolviendo la diferencia entre letra y espíritu, entre teoría y praxis, entre apariencia y esencia). La indexicalidad del pudor, esta vez, nos permite distinguir, como dice Stendhal, la civilización de la barbarie. No se si habrá leido algún tratado de antropología de la época. Solo se que este párrafo me hizo mucho sentido. Esta vez, el CEA, en la reivindicación del pudor. Esta si que les va a gustar a los Edwards.

"Una mujer de Madagascar enseña, sin pensar en ello, lo que aquí más se oculta, pero se moriría de verguenza si tuviera que mostrar el brazo. Resulta evidente, que las tres cuartas partes del pudor son una cosa aprendida. Es acaso la única ley, hija de la civilización, que causa únicamente efectos placenteros.

Se ha observado que las aves de presa se esconden para beber; ello se debe a que, obligadas a sumergir la cabeza en el agua, en ese momento se encuentran indefensas. Después de considerar lo que ocurre en Otaiti, no veo otra explicación natural del pudor.

El amor es el milagro de la civilización. En los pueblos salvajes o demasiado bárbaros, sólo existe amor físico, y de los más groseros.

Y el pudor presta al amor el concurso de la imaginación; esto es darle la vida.

El pudor se lo enseñan las madres a las niñas desde muy pronto y con gran celo: diríase que como por espíritu de cuerpo; es que las mujeres se cuidan por anticipado de la felicidad del amante futuro.

Para una mujer tímida y sensible no debe haber nada peor que el suplicio de haberse permitido, en presencia de un hombre, algo de lo que cree que debe sonrojarse; estoy seguro de que una mujer un poco orgullosa preferiría mil muertes (...)

Es tal la fuerza del pudor, que una mujer llega a descubrirse, ante su amante, antes por los actos que por las palabras".

Alberto Coddou.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

preguntas extras: que prefieren, ¿una witgenseteniana pudorosa(es decir, una que no pierda conexión con el mundo, aunque poco sepa de abstracciones) o una posmoderna escéptica y poco pudorosa?

Anónimo dijo...

Frente a mi intento de publicar hoy, iniciando este viernes caluroso de Diciembre, me he encontrado con el incansable maestro Coddou, que no cesa de publicar estupendos post. Esta vez si que creo se arma la discusión con Stendhal y dejo para más tarde lo que subiría.

Me gusta pensar en el tema, ya que siempre que se piensa en la mujer, se tiene una visión pre-establecida del ideal a buscar. En este se representa a la mujer en su concepción platónica más pura, la que para Freud es la madre o su antítesis.

Pero hablando del deseo carnal propiamente tal, considero que la tesis de Freud es cuestionable, y en esta entran concepciones sociológicas impregnadas por la moda en nuestras retinas, más el grado de imaginación y creación que caracterice al espectador.

Como representa Stendhal, es tal la fuerza del pudor, que una mujer puede prenderse en la cabeza de un espectador a niveles descomunalmente in-imaginados en la pureza de su desnudez.

Yo sin duda me quedo con la witgenseteniana pudorosa, haciendo la distinción entre la mojigata vs aquella chica que sabe esconder dando pistas y entregándose en un proceso.

William.

Anónimo dijo...

Una mujer, que no me comentó muchas cosas, una vez me dijo:

"Me da pudor la palabra pudor"

No entiendo que quiso decir, aunque supongo que quiso decir algo -de otro modo hubiera cerrado la boca.

Yo, a diferencia de William, prefiero las postmodernas, escépticas, poco pudorosas y liberales, aunque se pasen de listas. Y prefiero a la Morsa, ya que me hacen elegir.

Anónimo dijo...

buen tema este del pudor femenino que que es incomprensible y lejano aveces, pero debemos quererlo... (creo que a las mujeres simplemente hay que quererlas o no quererlas, pero no cuestionarlas porque son francamente un misterio que se actualiza y evoluciona, dia a dia).
El pudor puede ser una herramienta defensiva, como cuando alguien habla poco o no cuenta cosas para no caer en sinceridades que lo lleven a conceder terreno a otros. Quizás también hay de eso, pudor psicólógico por ejemplo bien llamada una persona corta de genio.

Pero no hay que menospreciar a los que con humor son capaces de reirse de uno mismo, de mirar las cosas con alturas de miras que te lleven a gozar hasta de tus errores y pudores. Esto si puede significar sabiduría y no ser tan grave, cosa que es valorada casi en todos los momentos (sin perder la objetividad ni la seriedad necesaria).
Que cosa mas impactante la frialdad y el orgullo con que te puede mirar una mujer en top-less en europa. Eso si que es mas valorable a mi gusto. no sentirse ultrajadas por revelar algo que todos saben que es digno del ser y del hacer. Claro que mi contraargumento es que el erotismo se nutre de este tipo de cosas, que no dejan de encantarme.Pero en fin.

Por eso un llamado al no-pudor. De la mano de la confianza y fraternidad.

saludos muchachos,

Anónimo dijo...

Creo en el pudor femenino, pero en un justo medio aristotélico. Como condición, por su puesto no suficiente, pero necesaria del erotismo.

A modo de ejemplo: imagina a la misma mujer atractiva en dos escenarios. (1) Desnuda, sentada y abierta de piernas (2) Con un vestido primaveral corto y liviano.

Creo que el segundo escenario invita, el primero puede ser un poco grueso si es la primera imágen que de la mujer tenemos.

El pudor femenino en su justa medida es una belleza y un misterio.